Otra vez vuelvo a tropezar con la misma piedra, esa estúpida piedra, que va cambiando de formas, de tamaño, pero en fin sigue siendo la misma.
Eh intentado levantar los pies para cruzarla, saltarla, pasarle por al lado, romperla; parece que nada ha funcionado. Sigo sin aprender que hacer con esa maldita piedra. Ya se me acaban las herramientas.
No se si el problema soy yo o es la piedra, no se si es el camino que siempre me la pone en frente y vaya por donde vaya vuelve a aparecer.
De tanto que eh tropezado parece que me eh encariñado.
Cuantas veces son necesarias para aprender? cuantas veces tengo que romperme la cabeza contra ella para poder dejarla atrás?
Cuanto tiene que doler? cuanto tiene que sangrar? cuanto tengo que romper y rearmar?
Y seguramente el problema no sea la piedra, quizas ni siquiera sea una piedra.
Seguro es un grano de arena.
Quizas son muchos granos de arena, de esos que se te acumulan en la crocs y te molestan al caminar, que metes el pie en el agua pero no se van del todo, se quedan ahi hasta que se secan y entre tanto caminar y caminar se van saliendo. Pero sin embargo llegas a tu casa, te sacas la crocs y cae esa arena, y no te acordas ni hace cuanto tiempo te acompaña esa arena, que al final te terminaste acostumbrando.
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Otra vez te rompiste, otra vez intentar juntar los pedacitos para rearmarte. Pero esta vez los pedazos son más grandes. Entre tanto barrer bajo la alfombra el polvo se fue amontonando.
Otra vez volver a habitarte y cuidarte rota. Recorriendo el sube y baja de emociones que todo esto genera.
Se te acaban las fuerzas una vez más y se te terminan las herramientas. Llegaste, quizás, al punto de quiebre. O cambias o las cosas se siguen repitiendo, o peor te terminan consumiendo.
Que difícil verse y reconocerse las heridas. Volver a transitarlas para sanarlas, para sacar a flote todo lo que no se resolvió. Difícil reconocerte rota, y verte vulnerable, cuando toda tu vida intentaste ocutar esa parte.
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