Desde el año pasado llorar por las noches, acostada en mi cama se hizo un hábito.
Desde el día que ví la foto de mi abuelo que estaba mal y no lo dude, me tomé un avión y lo fui a cuidar en sus últimos días. Verlo luchar hasta el último momento, aunque su cuerpo no podía más. Y me tuve que ir, 2 días antes de que parta. Y no pude estar. Ni siquiera me despedí como debía.
A mitad de año otro mensaje, mi abuela de Zapala estaba mal. Sacar un pasaje a las corridas y viajar llorando porque tenía miedo de no llegar. Por suerte todo salió bien, y fue solo un susto, pero dicen que todo pasa por algo no? Si no hubiese sido por ese susto yo no hubiese ido, hubiesen sido mis primeras vacaciones de invierno sin volver a casa, y a la vuelta pase por Neuquén y disfrute los últimos momentos con mi abuela Tita, sin saber que eran los últimos, y sin embargo no me quería ir y quería aprovechar todo el tiempo con ella, la abrace, la abrace muy fuerte, el último abrazo.
En agosto tuve que volver a tomarme otro avión de urgencia, después de estar casi un mes pegada al teléfono para saber novedades de ella y si mejoraba. Con la angustia de que podía llegar a perderla. Y recibí el mensaje de que la habían sedado, que su cuerpito no resistía más. Organice todo en una mañana y a la tarde me fui. Muchos pensaran que era en vano ir cuando ya no había nada más para hacer. Pero yo no podía dejarte sola y que te vayas sin cuidarte, cómo tantas veces me habías cuidado vos, trate de entregarte todo mi amor y mimarte, darte los últimos besos y guardarme tu olor.
Si parecía que no podía empeorar el año llega mi lesión, rotura de ligamento. Y otra vez, todo pasa por algo... Mi cabeza estaba disociada de mi cuerpo, realmente no quería estar ahí, ya no me sentía cómoda, no era mi lugar. Y mi cuerpo hablo por mí. A veces tiras tanto de la cuerdita que termina por romperse. Y empezar todo un proceso en el cual involucra la mente y también mi cuerpo.
Seguimos? El diagnóstico de cáncer de mamá de mi tía y comenzar su quimio, el pelearme con una amiga y replantearme todas mis relaciones y saber si en verdad soy una buena amiga o estoy fallando.
Todo se está haciendo cuesta arriba. Y mientras tanto la vida sigue, y no para, y una tiene que seguir moviéndose con la vida y no estancarse. Y luchar, caerse y volverse a levantar. Romperse y rearmarse, aunque las piezas sean cada vez más chiquitas y cueste más.
Ponerse está vez sí por primera.
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