Y con cada dolor una nueva coraza, tantas que ya escondes todo, que no sabes si abajo de eso queda algo de tu verdadero yo.
Siempre me dió vergüenza, o quizás miedo, de que me miren a los ojos, sentía que si me miraban bien iban a poder descifrar que sentía, que pensaba y hasta lo que me dolía. Pero la gente no es observadora, no sé detiene a ver los ojos de las personas, o los gestos, y a veces solo eso puede decir tanto.
Nunca fui buena para expresar mis verdaderos sentimientos, contar por lo que estoy pasando o lo que estoy sufriendo. Que necesario sería tener a alguien que se tome el tiempo de mirarme a los ojos y ver que me estoy cayendo, que me agarré la mano, que no la suelte, que no se vaya. Que me abrace y que me junte todos los pedazos, que no sea necesario hablar.
Siempre me sentí tan indefensa, y sin embargo siempre estuve sola, siempre pude sola. Siempre me rompí y me arregle a mi misma. Ya no sé de dónde saco fuerzas. Pero no me queda otra que seguir.