Que es lo que no te permite soltar?
A qué tanto te aferras?
Acepta que de una buena vez debe terminar. Si no hace más que lastimar.
Y seguís parada en el mismo lugar, esperando que una oleada de aire cambie el ritmo del mar.
Y entre más braceas para mantenerte a flote más te cansas. Y el pecho no te da más, y empezas a hiperventilar.
Lo único que querés hacer es hundirte y dejarte llevar. Pero el fondo no aparece más, no ves la tierra para hacer pie y volver a flote.
Miras a la orilla, y parece tan lejos, y no hay nadie para tirarte un salvavidas.
En realidad la gente está, pero mira sin prestar atención. Piensan que sabes nadar y podés volver por tus propios medios a la orilla.
Pensas que si haces la planchita podés descansar, tomar aire y tranquilizarte. Pero sabes que tenés que entregarte a la correntada del mar, no podés ver al rededor, solo hacia arriba. Ahora tenés que confiar que aunque vayas más lento y sin saber hacia que dirección te lleva el agua, vas a poder llegar a tierra firme.
Quizás lo que te asusté sea eso, que al dejarte fluir aparezcas en otro lado de la orilla que no conozcas, con otro tipo de arena y sin la gente que te esperaba del otro lado.
Pero llegaste, estas sana y salva, aunque cansada de tanto bracear. Pero te levantas y comenzas a caminar. Vas a tener que descubrir un lugar nuevo, y con este lugar un montón de posibilidades más.