Un día me dije "hay que saber cuando irse", y no me fui. Me quede ahí, esperando a ver cuanto más aguantaba agarrada de una soga, sabiendo que o se cortaba o me lastimaba. Me quede esperando a que por cosas del destino, o de la suerte las cosas cambiaran, pero las cosas (o mejor dicho las personas) no cambian de la noche a la mañana.
Y fue ahí que me di cuenta que no iba a aguantar ni a permitir quedarme en esa situación, donde no me sentía cómoda, no me sentía que podía ser yo. No puedo estar midiendo palabras, no puedo estar reprimiendo sentimientos. No sirvo para estos juegos del amor actual, de un día con uno otro día con otro, de querer de a ratos, del desapego emocional.
Me dí cuenta por qué todos estos años estuve sola, y por qué hoy en día lo elijo estar. Siempre voy a preferir mi estabilidad emocional y amor propio por sobre un amor pasajero.
El que quiera venir, que venga y se quede. No obligo a nadie, no exijo a nadie a darme lo que no tiene, o lo que no puede, pero si va a estorbar o no va a aportar en mi momento de construcción propia voy a preferir que se vaya, que siga de largo, que yo con mi amor propio estoy bien, cada día mejor.
Ya se como llevarme, como tratarme y que palabras decirme. No es fácil, es un trabajo de todos los días, pero es algo que amo hacer. Amo cuidarme, amo saber lo que necesito y cuando dármelo. Si yo me siento plena voy a poder estar bien también con el resto. Mientras tanto sigo construyendo sobre mi, sobre mis metas y proyectos.
Soltá, no te quedes donde no puedas progresar. Andate de los lugares donde no te sientas bien apenas te des cuenta, no insistas, no te atormentes.
En fin, lo que tiene que ser fluye, si hay que forzarlo no es para vos.