Él, él era todo lo que ella había soñado, lo que había
estado esperando por años. Ella, cada vez que lo veía sonreía, sentía como
mariposas recorrían su panza queriendo salir. Sentía una emoción tan grande
llenándola, haciéndola sentir miles de emociones.
Era tan perfecto para su vista, tenía una sonrisa hermosa,
cada vez que sonreía se le hacían unos huequitos tan lindos en sus mejillas,
sus labios carnosos, que le llamaban tanto la atención, dándole ganas de juntar
los suyos con los de él y fundirse así en un beso eterno, unos ojos color miel,
tan profundos que podía ver a través de ellos su alma, su pelo, castaño oscuro,
todo revoltoso, pero le quedaba tan bien.
Ella se sentía tan chiquita a su lado, tan común, tan… tan ella. Pero por alguna razón él podía
ver en ella lo que los demás no podían, la hacía sentir tan bien consigo misma.
Con cada mirada, cada pequeña palabra, cada sonrisa dirigida hacia ella, y solo
para ella, la hacía sentir tan grande. Todas sus inseguridades se desvanecían
con él.
Su aspecto físico no era lo único que ella adoraba y
admiraba de él, sino también su comprensión, su compañerismo, lo atento que era
con ella, como pensaba, como la hacía sentir, sus abrazos, en donde se sentía
protegida, era su refugio cuando todo estaba mal y hasta cuando todo marchaba
bien.
Se sentía tan bien de que él fuese parte de su vida, que se
complementen el uno al otro, que le ilumine la
vida y la haga sentir feliz, completa, casi perfecta.
Podían pasar todo un día juntos, horas. Solo así,
disfrutándose el uno al otro, viéndose sonreír, sintiéndose bien con su
compañía. Solían quedarse mirándose el uno al otro, sin decir una sola palabra,
solo sintiéndose, casi pudiendo sentir lo que el otro sentía en ese momento.
Ellos tenían algo especial, algo tan lindo que los unía. Parecía que todo eso
había sido predestinado, habían nacido para estar juntos, para amarse el uno al
otro.
Cuando lo tenía
frente a ella no podía resistir sentir como una llamarada corría su cuerpo,
todos sus sentidos se agudizaban y solo se centraban en él. Sus miradas,
haciendo conexión entre sí, tan profundas; sus manos, recorriendo su cuerpo, tan
marcado; sus oídos sintiendo su dulce voz pronunciando su nombre, esa vos tan
calma, tan suave, que le brindaba tanta paz; su olor, ese olor que sentía hasta
cuando él no estaba y le hacía recordarlo.
Mientras que estaban juntos no importaba nada más, el mundo
no existía. Solo era ese momento, ese instante en el que se tenían el uno al
otro y se sentían felices, se sentían completos.
Todo esto parecía tan real, pero no era normal. ¿Por qué
todo pintaba color de rosas? ¿Por qué no tenía su lado malo como cualquier
cosa?
Solo basto con que abriera los ojos, y se encuentre ahí, recostada sobre la ventanilla del auto, yendo hacia sus próximas vacaciones, con sus auriculares y la música a todo lo que daba, encontrándose a ella misma imaginando una historia, como salida de un cuento, preguntándose por qué no podía ser real, por qué historias así existían solo en cuentos, sueños o les ocurrían a otras personas, pero nunca, nunca a ella.
Solo basto con que abriera los ojos, y se encuentre ahí, recostada sobre la ventanilla del auto, yendo hacia sus próximas vacaciones, con sus auriculares y la música a todo lo que daba, encontrándose a ella misma imaginando una historia, como salida de un cuento, preguntándose por qué no podía ser real, por qué historias así existían solo en cuentos, sueños o les ocurrían a otras personas, pero nunca, nunca a ella.
*”No me queda más refugio que la fantasía”